Se atribuye a Aristóteles haber dicho que no se puede ser y no ser algo al mismo tiempo y bajo el mismo aspecto, regla que parecieran ignorar algunos de los presidentes latinoamericanos que se reunieron el sábado en Managua para “celebrar la revolución sandinista”.
Entre ellos se cuentan algunos que tanto viven de las apariencias que están convencidos de que con una foto con Eduardo Galeano, una invitación a Stiglitz, o con compartir el palco en compañía de Hugo Chávez y Daniel Ortega desembuchando algunas palabras a tono de la ocasión, ya es suficiente para corroborar su filiación política.
Tal es el caso del presidente electo Fernando Lugo y los favoritos de James Cason que integraron su comitiva, quienes participaron en Managua de los actos conmemorativos por los 29 años de la revolución que derrocó a Somoza Debayle en 1979, donde Daniel Ortega, y el presidente de Venezuela, Hugo Chávez, llamaron a la unidad de América Latina contra Estados Unidos, en encendidos discursos ante miles de seguidores.
"Quiero enviar un mensaje a los que gobiernan en Washington, a los que ya se van y nos están mandando la IV Flota Naval. Nos reímos de la IV Flota, es la flota de la ridiculez, no podrán con nuestros pueblos", dijo Chávez, desde una tarima donde se encontraban los presidentes a un simple tiro de misil de la IV Flota.
"Cada día estamos más unidos y apoyándonos mutuamente para enfrentar las amenazas de afuera y de adentro", dijo en relación a los procesos de integración de países con gobiernos “izquierdistas” en América Latina Hugo Chávez, presidente que mantiene sólidos y fructíferos vínculos comerciales con Washington. "La revolución sandinista está viva y coleando en Centroamérica" y "nadie vencerá" a los pueblos que se unen y comparten los ideales de libertad, expresó a su turno el presidente de Honduras, Manuel Zelaya en su eufórico discurso.
El mandatario nicaragüense, quien encabezó la revolución sandinista entre 1979 y 1990, y que volvió al poder democráticamente en 2006 defendió el socialismo, "un socialismo con justicia adecuada a las condiciones de nuestros respectivos países", aseguró. Intentando imitar a sus pares de Nicaragua y Venezuela, el presidente electo de Paraguay, Fernando Lugo, auguró el fin del "imperialismo".
"Hoy podemos decir desde Paraguay que en el siglo XXI ya no habrá imperialismo de ninguna clase" dijo el clérigo presidente Fernando Lugo, que ganó las elecciones del 20 de abril en su país en ancas de una descarada intervención a favor suyo del ahijado político de Otto Reich, James Cason, con la ayuda del grupo multimedia de la familia Stroessner, la prensa de la Secta Moon dirigida por jerarcas de la SIP , periodistas favorecidos por la Nacional Endowment for Democracy e impulsado por una constelación de movimientos financiados por USAID e IAF.
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Luego del intempestivo y fugaz despliegue verbal pirotécnico, el clérigo presidente regresó al Paraguay donde lo esperan sus partidarios de las ONGs financiadas por la embajada norteamericana de Asunción, los mercenarios de su gabinete neoliberal -entre ellos un conocido agente del FMI (Dionisio Borda) y un partidario de la flexibilización laboral-, sus soportes de un partido Liberal bastante similar en historia e ideología al que entronizó en Nicaragua a Somoza García, sus socialdemócratas al servicio de la CIA y sus compromisos con los neo-fascistas seguidores del general Lino Oviedo en el parlamento. Todos ellos enfrascados como manadas depredadoras en una disputa por cargos que recuerda una pugna de piratas por repartirse un botín, y que ya se ha cobrado como víctimas a una canciller, un secretario privado y hasta un cocinero.
Marguerite Yourcenar calificó como una exageración lo mucho que se habla de la hipocresía de los hombres, dado que la mayoría piensa demasiado poco para permitirse el lujo de poder pensar doble. La idea puede sonar optimista, sobre todo cuando hay mucha gente dispuesta a enmascarar la hipocresía bajo el ropaje de los eufemismo.
Como lo explicó un famoso escritor norteamericano, la mejor prueba de una inteligencia superior es la capacidad de sostener dos ideas contrarias en la mente. LAW
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