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angel_caido | 08/12/2008 | 09:23 hs
ESCANDALOSO ABUSO POLÍTICO DE LA RELIGIÓN
Desde la idílica república burguesa del Obispo de los pobres
Tags: religión
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Luís Agüero Wagner
Un escandaloso uso populista de la religión se ha implantado en el Paraguay con el ascenso al poder del obispo Fernando Lugo.
Como si fuera una cuestión de estado, la simbología religiosa está presente en todos los actos del gobierno, y ocasionalmente el clérigo-presidente sube a un púlpito para realizar sus discursos.
UN ESTADO CONFESIONAL
El fenómeno que hoy se da en Paraguay es, definitivamente, un abierto regreso al estado confesional, sombría etapa de la historia de las instituciones hace tiempo superada en todos los países civilizados y libres del mundo.
Antiguamente, la situación de confesionalidad del estado era la condición natural de cualquier sistema político.
En el Imperio Romano, el culto al emperador fue una forma de conciliar el politeísmo incluyente de todo tipo de religiones con la unidad política, y lo que convirtió al cristianismo (de hecho a cualquier monoteísmo que no aceptase el culto imperial) en una religión disolvente y por lo tanto perseguida. El Edicto de Milán de Constantino (que otrorgaba una especie de libertad religiosa), y el posterior edicto de Tesalónica de Teodosio convirtieron el cristianismo en la religión oficial del Imperio y establecieron el Papado y la Iglesia como instituciones paralelas al propio Estado.
La desaparición del Imperio Romano de Occidente abrió la Edad Media que supuso una separación de hecho del cristianismo occidental (católico) y oriental (ortodoxo), que se hizo oficial con el Cisma de Oriente (1051). Mientras en el Imperio Bizantino la figura del emperador se impone sobre la Iglesia (cesaropapismo, iconoclasia), en Europa Occidental el dominium mundi es más disputado por la teocracia (agustinismo político, teoría de las dos espadas, querella de las investiduras).
Las monarquías de Antiguo Régimen supusieron un control sobre sus iglesias católicas nacionales, mientras la Reforma luterana establece iglesias nacionales en los países del norte de europa. El principio de la cuius regio eius religio (propuesto en la Dieta de Augsburgo que discutía la Confesión de Augsburgo, y definitivamente impuesto en la Paz de Augsburgo) impone que la religión del reino será la religión del rey.
Se impondrá en una era de guerras de religión que acabará con el tratado de Westfalia. Entre los escasos lugares de Europa que mantuvieron la tolerancia religiosa (aunque se mantengan como estados confesionales) se destacaron los Países Bajos y la Serenísima República de Venecia, además de, aunque parcialmente, el Imperio Otomano.
El primer estado en proclamar su indiferencia a los asuntos religiosos fueron los Estados Unidos, influido por la ideología de la Ilustración.
La Revolución Francesa, que en algún momento intentó instaurar un culto descristianizado a la Diosa Razón, fue reconducida por Napoleón a un Concordato con el Papa. No será hasta la III República Francesa que Francia, la fille ainé de l'eglise(hija mayor de la Iglesia) y sede de los Reyes Cristianísimos, incorpore a sus señas de identidad el laicismo, y la separación Iglesia-Estado.
DEVOTOS ATEOS
Aunque sean conocidos miembros de logias masónicas y ateas, la mayoría de los miembros del gobierno declaran cínicamente su religiosidad e incluso la utilizan como instrumento político, sin especificar qué clase de cristianos son.
El crucifijo con el que suelen aparecer en público está demasiado connotado como para esgrimirlo sin más.
Desde el emperador romano Constantino a esta parte, hemos visto a demasiados militares con la cruz en la mano como para que la imagen no despierte, en sí misma, cierta inquietud.
Aunque una mínima noción de ética obliga a un dirigente político a guardarse para sí sus creencias religiosas, tanto por el bien de la política como por el de la religión; en Paraguay la instrumentación de la simbología católica está en boga en la vida pública y los más corruptos funcionarios la utilizan descaradamente..
En su famosa obra “El Píncipe” Maquiavelo habla del rey católico Fernando de Aragón como un personaje que “alegando siempre el pretexto de la religión, recurrió a una devota crueldad para poder llevar a efecto sus mayores hazañas”.
Maquiavelo utiliza como paradigma de gobernante inescrupuloso al rey que financió los viajes de Cristóbal Cólon, quien a su vez e s considerado un antecesor de los políticos paraguayos del presente, dado que falsificó sus mapas, no sabía donde iba y viajaba por cuenta del gobierno. El mismo autor cuyo apellido acabó convertido en sinónimo de inescrupulosidad política no fue menos amable en la misma obra con el Papa Alejandro VI, quien generosamente regaló un continente a sus correligionarios de Castilla y Aragón: “Alejandro VI- escribió- siempre encontró medios para engañar a los hombres, y no hizo otra cosa. No existió nunca un hombre que con mayores juramentos afirmara una cosa, y al mismo tiempo sea el que menos los observara. Mostró cuanto puede prevalecer un Papa con el dinero y la Fuerza”.
No es el fundamentalismo religioso como herramienta política, por lo tanto, el único rasgo en común que podríamos señalar entre el Papa Borgia y el clérigo-presidente de Paraguay Fernando Lugo, quien también se ha encargado de hacer lo opuesto a lo prometido en su campaña proselitista en un altísimo porcentaje.
Realmente sería ingenuo a esta altura de la humanidad sostener que la religión y la política son asuntos separados en diferentes compartimientos, ambas coinciden en un punto, la estructura de la institución tanto eclesiástica como política depende del funcionamiento de una burocracia que implica jerarquías y privilegios para algunos. En estas últimas fechas la realidad ha demostrado que la religión católica y la política que se práctica en Paraguay guarda una relación casi perversa, desdibujándose así la línea entre lo espiritual y lo terrenal.
Estado e Iglesia, política y religión, poder y espíritu son cosas distintas, es cierto, pero suelen ir de la mano. Los reyes absolutistas eran en su época la máxima autoridad religiosa y política. La legitimidad de su poder terrenal derivaba del poder espiritual de Dios (sólo ante Él rendian cuentas). Y con ese mismo poder prohibieron la lectura de los libros del “Index”, callaron a Galileo por decir que la Tierra era redonda, quemaron en la hoguera a Giordano Bruno y diseñaron las más ingeniosas torturas durante la Inquisición Española , además de masacrar a las civilizaciones de América en nombre de la “Evangelización”.
Olvidando que no todos somos católicos, el estado paraguayo estuvo a punto de retroceder a su etapa confesional, cuando en su afán de no rendir cuentas al congreso, el máximo jerarca paraguayo de Itaipú, Carlos Mateo Balmelli, pretendió entregar 15 millones de dólares de la entidad para que sean administrados por el clero, evidenciando la absoluta carencia de ideas entre los hombres que rodean al obispo Lugo.
La tentación de refugiarse en lo corporativo apareció así en la política paraguaya nuevamente a la vuelta de la esquina, en el seno de un gobierno que aunque saludado como un avance “progresista”, retrotrajo a una sociedad ya de por sí conservadora a las más nefastas etapas oscurantistas de la historia.
LA IGLESIA CATÓLICA Y LA CAMPAÑA PROSELITISTA
El doble discurso del obispo en torno a la iglesia y su uso descarado con fines políticos ha generado ácidas críticas de importantes referentes de la democracia cristiana paraguaya, entre ellos su ex presidente Luis Manuel Andrada Nogués, quien incluso lanzó un libro titulado "La rebeldía de Lugo".
Aunque nadie quiera admitirlo, la actual incursión abierta de la iglesia católica en favor del obispo suspendido Fernando Lugo se originó cuando el ex presidente paraguayo Nicanor Duarte Frutos asumió públicamente su adhesión al culto evangélico, contrariando a las autoridades eclesiásticas que siempre han reivindicado su derecho al monopolio religioso global, y para colmo a como dé lugar.
Las autoridades de la iglesia católica de inmediato respondieron disparando fuertes críticas a la gestión del gobierno de Duarte.
Entre estas voces sobresalió el obispo Mario Melanio Medina, a quien se considera en Paraguay prácticamente un político más.
Medina, al igual que Lugo, exteriorizó constantemente su vocación de político haciendo críticas en tono de candidato opositor en campaña, y apareciendo en la sección de noticias políticas de los diarios como si fuera un tribuno en medio de la disputa electoral.
Por otro lado, un grupo que recibió apoyo de la embajada norteamericana a través de fuertes sumas en dólares donadas por USAID, el denominado Movimiento Tekojojá que apoyó a Lugo, recibió un importante respaldo de la iglesia católica que puso a su servicio sus templos y casas parroquiales en todo el país para convocatorias y reuniones políticas, prestando su estructura y grupos de oración y afines como bases a sus candidatos.
Los sacerdotes y otros religiosos del Chaco llamaron a la población a votar por el obispo, y desde el púlpito y la prensa instaron abiertamente a los electores a votar por Lugo, en tanto el Nuncio apostólico hizo las veces de Poncio Pilatos desentendiéndose del asunto. LAW
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